Salimos de Madrid rumbo a nuestro fin de semana de desconexión rural en Asturias un viernes por la tarde. No paraba de llover y yo no podía dejar de pensar en las palabras de mi amiga Noe, asturiana ella: “Seguro que tendréis buen tiempo porque aquí dan lluvia y allí van siempre al revés.” Pero Gloria aún estaba dando sus últimos coletazos en la península y yo no me las prometía muy felices...
Aunque, la verdad, me daba igual. Después de nuestro intento frustrado un par de meses antes cuando tuvimos que cancelar el viaje por un temporal de nieve que dejó un montón de puertos cerrados, yo lo único que quería era llegar y disfrutar de la casa.
Llegar de noche tiene la desventaja de que las cosas no se ven tan bonitas como a plena luz del día pero con todo y con eso lo mío con el Mirador de San Trocaya fue amor a primera vista. Esta antigua cuadra convertida en una preciosa casa de alquiler completo es el lugar perfecto para desconectar de la civilización y disfrutar de unos días alejado del mundanal ruido.
A la mañana siguiente, después de dormir a pierna suelta en una cama comodísima y sin un solo ruido nos levantamos sin despertador, abrimos las ventanas y… ¡sorpresa! De repente descubrimos el paisaje que la noche anterior solo habíamos podido intuir: prados verdes, casitas de piedra, montañas y, al fondo, las cumbres nevadas de los Picos de Europa. ¡Y encima hacía un día estupendo!
Que Asturias es un paraíso natural no es ningún secreto (hasta la revista National Geographic le dedicaba un reportaje hace unas semanas) pero lo que a lo mejor no sabes es que es posible alojarse con todas las comodidades en un pueblito recóndito y escapar de las prisas en medio de un paisaje de quitar el hipo. Porque Villamarcel es eso, una pequeña aldea de menos de setenta habitantes en medio del valle de Quirós, uno de los más desconocidos del Principado, donde las gallinas campan a sus anchas y los paisanos aun calzan las tradicionales madreñas.
Pero volvamos a la casa porque los dueños han hecho un trabajo fantástico rehabilitando la antigua cuadra y pajar.
El acceso se hace por un zaguán con un pequeño aseo que da paso a la sala principal: un salón comedor muy amplio, de piedra y madera, con chimenea y un gran ventanal a la terraza. En el lado opuesto se encuentra la cocina, también con unos enormes ventanales, y a la que no le falta detalle: frigorífico grande, lavaplatos, lavadora, horno, microondas y todo el menaje necesario para preparar lo que haga falta. Y un detalle que puede parecer una chorrada pero a mí me encantó y lo agradezco infinito cuando alquilo una casa: la bayeta y la esponja para fregar estaban a estrenar. La cocina también tiene salida al jardín, donde hay una barbacoa.
El acceso se hace por un zaguán con un pequeño aseo que da paso a la sala principal: un salón comedor muy amplio, de piedra y madera, con chimenea y un gran ventanal a la terraza. En el lado opuesto se encuentra la cocina, también con unos enormes ventanales, y a la que no le falta detalle: frigorífico grande, lavaplatos, lavadora, horno, microondas y todo el menaje necesario para preparar lo que haga falta. Y un detalle que puede parecer una chorrada pero a mí me encantó y lo agradezco infinito cuando alquilo una casa: la bayeta y la esponja para fregar estaban a estrenar. La cocina también tiene salida al jardín, donde hay una barbacoa.
A la segunda planta se llega por una escalera adosada al muro del salón. Aquí se encuentran los dormitorios, tres en total, todos ellos diferentes. Los dos primeros tienen una pequeña galería con un rincón de lectura y unas vistas preciosas y el último tiene baño en suite en blanco y negro que me encantó: la luz es espectacular, tiene vistas a las montañas y una bañera exenta de patas que es una preciosidad. En esta planta hay también dos medios baños: un pequeño aseo con lavabo y otro con ducha y otro lavabo más grande.
Hay una tercera planta abuhardillada y prácticamente diáfana que es una sala de juegos perfecta para los niños con mesa de ping pong, libros y una pared de pizarra, además de una zona de estar con dos sofás-cama. En esta planta hay también un baño con un gran jacuzzi con vistas al valle.
Hay una tercera planta abuhardillada y prácticamente diáfana que es una sala de juegos perfecta para los niños con mesa de ping pong, libros y una pared de pizarra, además de una zona de estar con dos sofás-cama. En esta planta hay también un baño con un gran jacuzzi con vistas al valle.
Cada una de las estancias está decorada con muchísimo mimo y atención al detalle. Se nota que todo está pensado y perfectamente escogido, desde el suelo de la cocina y las baldosas de los baños hasta cada una de las piezas antiguas recuperadas, muchas de ellas pintadas en vivos colores, que dan a la casa muchísima personalidad y la hacen muy acogedora.
Y por si todo esto no fuera suficiente, en el Mirador de San Trocaya admiten animales así que esta vez pudimos disfrutar de una escapada familiar al completo, incluida Lupe. Y, sinceramente, no es muy frecuente encontrar casas tan bonitas y bien puestas a las que poder ir con tu mascota pero a Óscar, el propietario, también le gusta llevarse al suyo cuando sale de viaje así que desde el principio tuvo claro que a su casa podrían venir perros.
Óscar además tiene un proyecto que me encanta. No solo tiene ya encauzada la reforma de la casa colindante (lo que la hará perfecta para una familia grande o un grupo de amigos) sino que lo siguiente que quiere hacer es montar un pequeño restaurante en el que impartir talleres de cocina saludable que sea literalmente "de la huerta a la mesa", para niños y adultos, con cultivos propios y productos de cercanía.
En Villamarcel no hay comercios de ningún tipo pero a unos cuatro kilómetros se encuentra Bárzana que tiene supermercado, bares y restaurantes. Nosotros comimos en Casa Jamallo, un restaurante de comida tradicional (¡y contundente!) que nos habían recomendado tanto Óscar como otra amiga asturiana. Es uno de los pocos sitios donde todavía se encuentra el pote de castañas, un guiso de castañas con morcilla y chorizo (ligerito, sí) que tuve que probar, claro. Está muy rico pero en estos sitios siempre hay que pedir para compartir. Michael se tiró a por las fabes con jabalí así que salimos de allí rodando.
El Mirador se encuentra muy cerca de la Senda del Oso, una de las vías verdes más bonitas de Asturias, que se puede recorrer en bici o andando y es apta para hacer con niños. Nosotros no la hicimos porque no íbamos con tiempo suficiente pero sin duda está en mi lista de pendientes, lo mismo que el desfiladero de Las Xanas y el Parque Natural de Las Ubiñas - La Mesa, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Lo que sí visitamos fue el pueblo de Bermiego que tiene la mayor concentración de hórreos del concejo y unas vistas maravillosas de todo el valle. Además atravesando el pueblo y siguiendo un pequeño sendero se llega a una ermita junto a la que hay un tejo milenario.
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